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El secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, calificó como blancos legítimos a las lanchas narco

Pilotos y mecánicos de las “go fast” describen desde Colombia el negocio que mueve cargamentos millonarios y hoy enfrenta bombardeos de EEUU tras su designación como terroristas

InternacionalesRedacciónRedacción

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Arrancan de noche, a toda velocidad, con el casco golpeando el agua como si cada ola marcara un límite. Quienes manejan estas lanchas se definen a sí mismos como los vaqueros del mar: tripulaciones chicas y expertas que transportan cocaína en embarcaciones ligeras, confiando en su pericia, en la suerte y en la promesa de una paga capaz de cambiarles la vida.

Ese oficio, hasta hace poco discreto dentro de la cadena del narcotráfico, acaba de quedar en la mira directa del presidente Donald Trump. La nueva clasificación de estos grupos como organizaciones terroristas abrió un escenario más letal: además del riesgo cotidiano de zozobrar, ahogarse o caer presos, ahora enfrentan la amenaza de ser atacados por fuerzas militares de EEUU. El lema del negocio, “entregar o morir”, asoma más literal que nunca.

Tres hombres que participaron en estos viajes, realizados en las llamadas “go fast”, contaron a Juan Forero cómo funciona este engranaje clave del tráfico marítimo para una nota publicada en The Wall Street Journal. Las cargas pueden valer hasta USD 70 millones y suelen recorrer más de 3.200 kilómetros de litoral colombiano, además de tramos en Ecuador y Venezuela.

Rutas amplias y barcos que vuelan sobre el agua
Colombia ofrece rutas estratégicas para estos viajes: cerca de 2.900 kilómetros de costa combinada (1.800 millas) entre el Caribe y el Pacífico, con más de 100 estuarios, ríos y canales que permiten cargar la droga en manglares y saltar rápidamente a mar abierto. Allí operan las “go fast”, embarcaciones de 40 pies (unos 12 metros) hechas de fibra de vidrio, equipadas con motores de gran potencia y diseñadas para escapar de fragatas, helicópteros y patrullas.

Los fiscales colombianos, que no pueden ser identificados por razones de seguridad, destacan el nivel técnico de estas tripulaciones. Un funcionario lo resumió así: “Estas personas son expertas en el mar. Tienen que conocerlo a la perfección”. Muchos comenzaron como pescadores y pasaron del oficio tradicional a la navegación clandestina, revela el WSJ.

Cada embarcación suele llevar tres o cuatro hombres. El piloto es el más experimentado y el que mejor cobra. El mecánico mantiene los motores y administra el combustible. El “garante” es un hombre de confianza para comprador y vendedor. A veces viaja también un navegante, encargado de trazar la ruta, que ajusta la travesía según la oportunidad: navegar de noche, cruzar tormentas o buscar huecos entre la guardia oficial.

El tamaño del océano y la persistencia del negocio
  El ejército estadounidense sostiene que mató a 83 personas en más de 20 ataques contra embarcaciones
Un piloto que opera en el Caribe relató a Forero que, antes de los ataques estadounidenses, sus miedos eran otros: volcar, hundirse o ser detenido. Hoy calcula riesgos nuevos, aunque la recompensa mantiene alta la tentación. Un traslado limpio de dos o tres toneladas puede dejar USD 100.000 por una sola jornada.

“El océano es muy grande, muy grande”, comentó el piloto. Según él, los bombardeos no frenarán la actividad: siempre habrá quienes se animen mientras las cargas mantengan su valor. “Esto no termina. Esto seguirá incluso si Estados Unidos continúa con los ataques”.

Esta confianza en la inmensidad del mar se combina con una logística minuciosa. La planificación se define semanas antes. Algunas tripulaciones hacen el recorrido completo hasta Honduras o México, viajando más de 24 horas sin detenerse, ni siquiera para las necesidades básicas. Otras optan por transferencias a mitad del mar: bultos sellados arrojados con boyas de colores, GPS ocultos o encuentros pactados para traspasar la carga a otra embarcación.

En la nota, un operador del Pacífico describió un cruce reciente. La lancha salió de un manglar con dos motores de 250 caballos a máxima potencia. Tras doce horas de navegación sin pausa, a 200 millas náuticas de la costa apareció un “narco-sub”. Los tres tripulantes pasaron media tonelada de cocaína, valuada en USD 12 millones, a la nave semisumergible, que siguió hacia México. Él cobró unos USD 10.000 y no volvió a ver a los otros miembros del operativo.

Terrorismo, bombardeos y vidas en el límite
Trump y su secretario de Defensa, Pete Hegseth, definieron a estas tripulaciones como blancos legítimos, comparándolas con Al-Qaeda. El ejército estadounidense sostiene que mató a 83 personas en más de 20 ataques contra embarcaciones que, según su información, transportaban droga. Críticos del programa señalan que se trataría de ejecuciones extrajudiciales.

“Si sos un narco-terrorista traficando drogas en nuestro hemisferio, te vamos a tratar como tratamos a Al-Qaeda”, afirmó Hegseth en X. La frase circula en los puertos y poblados desde donde salen buena parte de estas lanchas.

Los hombres que mueven la droga integran un eslabón dentro de una cadena extensa que incluye cultivadores, trabajadores de laboratorio, mecánicos, financistas y grupos armados. Son freelancers reclutados por viaje, no miembros orgánicos de una estructura. Y, aun así, cargan el mayor riesgo.

Un tripulante de 29 años, radicado en Cali, dijo que evalúa si volver al mar: está asustado, pero no lo descarta. Con USD 13.000 sobre la mesa, admitió al WSJ, podría aceptar otra travesía.

Las redes, los jefes y el negocio detrás
El caso de Ricardo Pérez muestra la escala del negocio. Según fiscales colombianos, comenzó con una estructura modesta que creció hasta operar una red de lanchas rápidas en la costa caribeña. Una de las embarcaciones incautadas el año pasado llevaba tonelada y media de cocaína valuada en USD 42 millones. Para funcionar, necesitaba acuerdos financieros con el Clan del Golfo. La carga era diversa: inversores de distintos grupos compraban espacio para transportar algunos kilos.

“Pérez fue el líder que coordinó el acopio y los envíos para varias organizaciones”, señaló el fiscal de la causa. En agosto lo imputaron por enviar cargamentos hacia Panamá, Costa Rica y Honduras, escalas previas al ingreso en EEUU. Ni él ni su abogado respondieron consultas de Forero.

En los pueblos costeros, muchos tripulantes experimentados ya dudan. Calculan el peso del dinero y el de la muerte, hoy más cerca que nunca. Uno de ellos lo resumió así: “Lo que realmente me inquieta es que nos bombardeen. Tenemos familias, hijos… todo eso”.